Creo que no hay comida más confortable que aquella que te traslada a esos momentos de nostalgia y de confort de tu infancia. Eso es lo que me sucede con esta receta, aunque entonces se trataba de espinacas con bechamel. Umm ¡qué maravilla! Todavía recuerdo cómo ese olor a horno gratinando el queso, llegaba a toda la casa.
A mí siempre me gustaron las espinacas, quizás por aquello de los musculitos de Popeye, pero lo cierto es que algunos de mis hermanos no la probaban a no ser que fuera con esta receta tan sencilla y deliciosa. Qué listas e ingeniosas son las madres cuando se trata de que los peques se acostumbren a comer verduras. Estoy segura de que más de uno empezó a disfrutar de las espinacas con esta receta.
En esta ocasión he querido prepararlas con un poco de cebolla, aunque habitualmente lo hago sólo con ajito picado.
Preparación
- En primer lugar pelamos y picamos la cebolla.
- En una sartén, con un chorreón de aceite de oliva virgen extra, lo pondremos a pochar.
- Mientras tanto, lavamos muy bien las espinacas y dejamos que escurran mientras se termina de hacer la cebolla.
- Una vez esté bien pochada la cebolla y comenzando a coger algo de color, añadimos las espinacas y removemos bien. Veréis que enseguida comienzan a perder el agua y disminuyen notablemente el volumen.
- Rehogamos las espinacas, a las que añadiremos una pizca de sal y de pimienta recién molida.
- Una vez esté lista, las retiramos dentro de la sartén, echándolas hacia un lado. En la parte que queda libre, derretiremos un poquito de mantequilla. Seguidamente una cucharadita de harina y moveremos con una varilla para que se vaya tostando. Mezclamos todo y movemos bien durante un par de minutos.
- Una vez la harina esté hecha, añadiremos poco a poco un vaso de leche, una pizca de nuez moscada, sal y pimienta al gusto. Moveremos a fuego medio hasta que la bechamel coja algo de consistencia.
- Servimos en pequeñas cazoletitas o en una fuente y espolvoreamos queso rallado.
- Podéis gratinarlo en el horno o como hice yo esta vez, dorar el queso con ayuda de un soplete. Una vez que esté doradito, ya están listas para comer.